Trágame treinta: Caídas del tercer piso

Autor: Publiko 29 agosto, 2018


Quién sabe si en algún momento de la vida se acaban las vergüenzas, pero definitivamente a los 30 no. Los 30 son como una adolescencia prolongada o una adolescencia con impuestos, en la que pasas vergüenzas iguales a las de la secu, pero en ámbitos más maduros. Nada como darte cuenta de que sigues siendo la misma tarada que eras a los 14, pero con credencial para votar, vida sexual y acceso a bebida ilimitada… bueno, eres aún más tarada. Aquí algunos osos de lectoras valientes:

Drogas nuevas

Mi novio y yo decidimos darnos una noche de jacuzzi para darle duro al romance, así que nos fuimos a un hotel bonito. Cabe mencionar que mi chico es germofóbico y llevó cloro para limpiar todo el puto cuarto, el baño y con el jacuzzi fue especialmente generoso. Con el agua caliente, se hizo una especie de vapor de cloro y acabamos drogados con esa madre y nos quedamos dormidos. No cogimos ni hicimos nada. Nos despertamos porque la recepción nos estaba hablando para que nos fuéramos porque ya había pasado el check out. Y ya, pagamos un hotel para morirnos con cloro. Es vergonzoso por ridículo.

Lidia, 30 años

El infame pedo vaginal

En realidad me ha pasado seguido desde que empecé a coger, pero nunca deja de ser vergonzoso. Cada vez que estoy con alguien con quien no tengo mucha confianza, pienso, “ojalá que hoy no me salga un maldito pedo vaginal”. A veces no pasa, a veces mi cuerpo me traiciona. Apenas la semana pasada estuve con un chico que me encantaba, estábamos pasándola increíble, me dio la vuelta y, pfff, adiós pasión. Aunque me ha pasado mucho, nunca sé qué hacer; ¿debería hacer como que no pasó, reírme, pedir disculpas? Ojalá alguien pueda resolver mis dudas.

Laura, 32 años

Señoring

Fui a un bar con mis amigas, tomamos unas cervezas, pagamos y nos fuimos. Ya afuera, me alejé un poco del lugar para darme unos toques de marihuana y no me había dado cuenta de que unos chicos como de 20 años habían salido del bar para hablar con nosotras. Escondí mi pipa cuando los vi acercarse, sonreí, nos saludaron, mis amigas los ignoraron y a mí me dijeron: “¿Podría regalarme un toque, señora?” Lo dijeron en serio. Fue tan horrible como suena. Por un momento fui una doña pacheca a la que unos niños le piden drogas.

Pao, 31 años

 

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