Cosas que no nos dijeron de ser adultos

Autor: Publiko 11 abril, 2018


Seguramente escuchaste el clasiquísimo “como me ves te verás” en boca de un adulto mientras te sermoneaba sobre lo que pasaría cuando crecieras. Bueno, pues la adultez llega sin avisar. Y como todo superpoder, conlleva una gran responsabilidad, o muchas grandes responsabilidades.

El primer golpe de realidad es cuando descubres que tu energía ya no es infinita. Necesitas cubrir mínimo 6 horas de sueño para no parecer un zombi a la mañana siguiente.

Un día te das cuenta que puedes ir a la cárcel. Oficialmente ya no puedes cometer tropelías como compartir alcohol con menores de edad, robarte un Gansito en la peda o ligar con gente de prepa.

Creías que el dinero que te daban tus papás nacía de los árboles y que su salario salía de una impresora de billetes que se prendía dos veces al mes. Cuando llegas a tu primer chamba y preguntas por esa impresora te sorrajan la pregunta maldita: “¿estás dado de alta en Hacienda?” Tienes dos opciones: comer o darle una parte de tu sueldo al gobierno. Bueno, hay una tercera opción: puedes evadir impuestos, un oficio que rinde muchos frutos en México.

Otra cosa que no te dijeron de ser adulto es que hay unos papelitos con muchas letras muy chiquitas, en los cuales debes plasmar la firma que inventaste a los 16 años. Hasta aquí no hay problema, la jiribilla es que debes cumplir con lo que dice en esas letritas, de lo contrario perderás mucho dinero.

¿Tu primera tarjeta de crédito? ¡El paraíso! No has gastado un peso de la quincena y estás viviendo como jeque. Pero cuidado, pronto tendrás que saldar la deuda, tal vez con intereses y si no lo haces, tendrás un mal historial crediticio, que es nada más y nada menos que un récord que llevan los bancos para decidir si prestarte o no dinerito.

Ir al súper de la mano de un adulto era fantástico. Caminabas por los pasillos aventando al carrito cualquier cantidad de comida chatarra que se te antojaba. Cuando llegabas a la caja sólo te mirabas mientras tu mamá pagaba. Lástima, ahora que eres adulto debes pagar tú y no te queda más que disfrutar por séptima semana consecutiva tus quecas con jamón del barato.

Hay una luz al final del camino, compañero… ¡Conviérte en chavorruco!

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