El Mijis vs el clasismo
Autor: Publiko 5 julio, 2018
Desde hace un par de días Pedro Carrizales “El Mijis” ha sido trending topic y tema en los posts de redes sociales, más por su aspecto y por la reacción que este causó que sus propuestas políticas, entre las que se incluyen crear un mecanismo de policía de barrio con capacitación en manejo de emociones para mediar entre pandillas. ¿Es clasista todo el rechazo que ha despertado “El Mijis” en redes sociales. Sí, definitivamente, pero es todavía más complicado.
El primer sociólogo Max Weber decía: la “clase” no sólo tiene que ver con las relaciones de propiedad. La clase son los diferentes niveles que se agrupan por medio del “prestigio”. Es decir, la buena fama (moral) de aquellos que pertenecen a una sociedad. El prestigio en las clases se vincula con las profesiones o el rol ocupacional (un bolero o un obrero tienen menos prestigio que un CEO o un actor de Televisa).
Igual que en las relaciones de “raza” (color de la piel, origen social, territorial o étnico), lo ocupacional se cruza con lo racial. El color de piel, la cultura, la lengua, define mucho de lo que asociamos con una clase y sus ocupaciones.
Por eso, cuando denunciamos que algún aspecto físico o cultural es usado para hablar mal o discriminar a una persona (tatuajes, perforaciones, color de piel) decimos que hay una asociación de clase y con ello una estratificación jerárquica, es decir, que hay clases superiores y mejores que otras.
El ejemplo clásico mexicano es lo que se considera “naco”, donde se asocia el aspecto y las costumbres con un “mal gusto” que en realidad es una manera de enmascarar clasismo pues no hay “gustos buenos” o “gustos malos”.
Por eso, el clasismo en México es también racista: las ocupaciones y sus prestigios se asocian con el color de piel. Es decir, los nacos son morenos y, para algunos, condenados al “mal gusto” en el mejor de los casos y al crimen en los peores.
La sociología llama a esto etiquetamiento: las personas son criminalizadas porque se piensa que su condición racial u ocupacional explicaría una propensión al delito.
“El Mijis” es la suma de todo lo anterior: el tatuaje y haber pasado por un proceso penal lo hace perteneciente a una clase que se considera riesgosa para los demás y que nunca podrá abandonarla. En cambio, alguna persona, por ejemplo un universitario, si podría reformarse.
Los asesinos solitarios en Estados Unidos o “Los Porkys” en México liberados en su mayoría de extensas penas porque su condición como jóvenes blancos de clase media los hace reformables. En cambio, un joven negro puede recibir sentencias severas por los mismos delitos y un hombre tatuado es percibido como incapaz de gobernar.
Por eso, color de piel, clase, género, ocupación, aspecto físico, todo entra en juego en cómo se juzga y se criminaliza a alguien cuando ejerce sus derechos de votar y ser votado. La clase es un mecanismo de división de los prestigios y los castigos.
Y si crees que esto es una exageración, busca en FB alguien que se haya escandalizado del triunfo de “El Mijis y qué opinó sobre cómo obtuvo “El Bronco” su candidatura.