Monumento a la Revolución, el Palacio Legislativo de Porfirio Díaz que nunca fue
Autor: Armando Garcés 28 enero, 2019
En el año de 1910 se levantó por completo la estructura metálica del palacio legislativo que quería el expresidente Porfirio Díaz, los acontecimientos político-sociales que ocurrieron posteriormente impidieron su realización, finalizando con la construcción del Monumento a la Revolución Mexicana.
El Monumento a la Revolución es uno de los recintos históricos más importantes del país que conserva su estructura original, además es uno de los pocos monumentos alrededor del mundo que pueden ser explorados por completo por el público, desde la cimentación hasta la linternilla en la parte más alta del edificio.
Sin embargo no siempre estuvo destinado a ser lo que hoy en día es, a finales del siglo XIX, específicamente en 1897 el gobierno del polémico expresidente Porfirio Díaz lanzó una convocatoria para el proyecto de un palacio legislativo de grandes dimensiones, que también contaría con dependencias de gobierno y otras oficinas para funcionarios.
El proyecto ganador fue el del arquitecto francés Émile Bénard, quien diseñó un edificio con un esqueleto metálico de más de 14 mil m2, con tecnología vanguardista desde su cimentación, ¿en dónde? el lugar elegido para la edificación fueron unos terrenos pantanosos cerca de la colonia Tabacalera y del Paseo de la Reforma.
La primera piedra fue colocada por Porfirio Díaz el 23 de septiembre de 1910 durante los festejos del Centenario de la Independencia de México, pero el destino del palacio legislativo estaba en juego debido a los disturbios y la inestabilidad del país que tardó poco en irse a una revolución armada.
Debido al movimiento revolucionario, el proyecto que el francés Émile Bénard diseñó por encargo del gobierno Porfirista, se detuvo entre 1911 hasta 1930, ya no como el majestuoso futuro Palacio Legislativo que deseaba Porfirio en su afán de demostrar lo moderno del México que lideraba, sino como un Monumento a la Revolución.
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Entonces el edificio que tendría 112 metros de frente, una altura de 68 m y se decía superaría en belleza y altura al Capitolio de Washington, se empezó a transformar en lo que es hoy en día.
En 1933 el arquitecto mexicano Carlos Obregón Santacillia rescató el proyecto suspendido por casi dos décadas y le dio un nuevo significado, con tintes de Art Decó y elementos de grandes proporciones, a él se unieron otros artistas como el escultor Oliverio Martínez quien creó las cuatro columnas del monumento en representación de la Independencia, la Ley Agraria, la Ley Obrera y la Ley de Reforma.
Algo que no se puede omitir es que el Monumento a la Revolución y los cuatro pilares representativos antes mencionados fungen como lugar de sepultura para los restos de Venustiano Carranza, Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles y Francisco Villa.
Desde septiembre de 2015 se permite el paso a los visitantes, siendo posible el recorrerlo desde la cimentación, las columnas, y el mirador hasta llegar a la linternilla, en la parte más alta del edificio.
En su planta baja se encuentra el Museo Nacional de la Revolución donde se muestra el desarrollo de la revolución mexicana.
Cuenta con un elevador panorámico de cristal que lleva al mirador intermedio donde se puede disfrutar de una vista 360º de la ciudad a 65.7 m de altura. Desde ese nivel se puede acceder al interior de las cuatro columnas.
Con información de Reporte Índigo.