Mexicanalladas: Piratería
Autor: Publiko 5 julio, 2018
Si para algo nos pintamos solos los mexicanos es para inventar cosas, duplicarlas, torcerlas o tunearlas. Hay un poco de todo esto en la piratería, que es ese “arte” de fabricar una copia de algo para venderla en un menor precio y en un punto de venta digamos alternativo.
Más allá de un pensamiento capitalista recalcitrante, la piratería representa un ejemplo de lo más deleznable de la cultura del robo, la doble moral y el valemadrismo. Quien produce piratería se cree chinguetas porque está haciendo una copia de algo que se le ocurrió a otro(s), quien la compra se siente chinguetas porque por una menor cantidad de dinero está accediendo a lo que una bola de tontos cambia por una cantidad mayor.
En términos creativos, la piratería suele afectar seriamente a las personas que están involucradas en el desarrollo de un producto. Por ejemplo, esa película que compras en 15 varitos en el metro, no sólo la hicieron las personas que aparecen en la portada, hay centenares de mujeres y hombres involucrados en el proceso, que verán mermados sus ingresos porque decidiste ver la grabación con celular del estreno.
En la música también se ha normalizado el consumo de piratería. Es cierto que hay algunos artistas que aseguran que lo que importa es que los escuchen, pero quizá no están pensando en el abogado que arregla sus contratos, o el vendedor de chelas del estadio en el que se presentaron, quienes indirectamente también resultan afectados si su nuevo disco se vende más en el tianguis que en Amazon.
Ahora bien, en México hay modos de piratería que ponen en riesgo la vida de las personas, como los medicamentos piratas, que suelen venderse en el mercado negro como si fueran de patente, pero la realidad es que son fabricados en laboratorios clandestinos donde ni de broma se utilizan los mismos ingredientes activos ni se emplean los mismos métodos de producción.
Hablemos ahora de los uniformes piratas, por ejemplo el de un marino o un policía, que pueden encontrarse en lugares estratégicos de los barrios más oscuros. A cambio de unos cuantos pesos, puedes convertirte en lo que quieras. Así pues, la investidura que antes significaba respeto, ahora más bien da un poquito de miedo, pues no sabes si la patrulla que te viene siguiendo es real o Made in China (si es del Estado corre, no importa si es original).
Mientras la piratería siga siendo un negocio redondo que embadurna de dinero sucio a una cadenita de delincuentes, entre los que se encuentran funcionarios públicos, y la gente siga consumiéndola, nos seguiremos alejando lentamente del crecimiento cívico.
La piratería es un delito, no un acto contestatario ni rebelde ni insurgente ni revolucionario. Cuando les pirateen algo sabrán lo que se siente. No sé qué IQ tengo, no me importa y adiós, soy una persona normal…